Imagínate que te presentamos a dos vendedores.
A uno le llamamos el "Genio" y al otro el "Terco".
El "Genio" se sube al coche, arranca como un rayo y, en cuanto choca con un cliente difícil, se baja. "Esto no es para mí, no sé qué pasa, estos clientes no valoran lo que ofrezco", dice.
El "Terco", en cambio, se mete en el coche, ajusta los espejos, y cuando se da contra la misma pared se baja, estudia el golpe, repara el coche y vuelve a intentarlo desde otro ángulo.
¿Y quién crees que vende más?
No es el que nació con "don de gentes".
No es el que tiene la mejor sonrisa.
Es el que sigue levantándose después de cada no.
Lo que distingue a los vendedores top no es que nacieran vendedores, sino que se hicieron buenos a base de cagarla y aprender.
Así que, cada vez que un cliente te cierre la puerta en las narices, recuerda:
No es un fracaso. Es un tutorial en tiempo real.
La próxima vez ajusta tu enfoque, cambia el guion, prueba otra táctica.
No necesitas ser un genio, solo necesitas ser terco de narices.
Y cuando te pregunten si las ventas son para ti, solo hay una respuesta válida: "Lo serán, si yo me empeño".
Porque ser bueno vendiendo no es cuestión de talento, es cuestión de persistencia.
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